Lo que viene de fuera no tiene control fitosanitario ni costes de mano de obra como los nuestros. Así revientan el mercado con fruta barata y de peor calidad. A nosotros se nos exige todo y se nos paga poco. Eso desespera.

He vivido impagos, fruta colgada en los árboles porque nadie vino a recogerla, y años en los que me replanteé dejarlo todo. Lo más injusto fue que me dejaran con toda la cosecha en la finca sin aviso. Me he sentido traicionado más de una vez, y a menudo los precios ni cubren los costes.

Porque tengo ilusión. Porque quiero que la gente vuelva a comer un melocotón que sepa a algo. Porque esto no es solo un negocio, es también una forma de vida. Y aunque el relevo generacional esté complicado (mis hijos aún son pequeños), yo no bajo los brazos.

Me uní a EAP porque aquí hay profesionalidad, respeto y cuidado hacia el agricultor. Y porque creo que el comercio directo es el camino. Vender sin intermediarios, contando nuestra historia, es la única forma de que esto tenga futuro.