No uso químicos, trabajo en ecológico. Y eso no solo se nota en la salud, también en la manera de producir. Menos rendimiento, más esfuerzo… pero más honestidad.

Eso sí, que nadie piense que esto es fácil: los costes se disparan y hay que buscar mercados donde valoren lo que haces. Aquí en Jaén no hay mucho canal ecológico, así que tengo que moverme por otras provincias para vender.

La gente busca siempre lo más barato, sin pensar en lo que hay detrás. Y los supermercados llenos de producto extranjero sin control.

Pero cuando encuentras un cliente que valora lo que haces… eso te da alas. EAP, por ejemplo, me ha permitido vender a buen precio, con transparencia y cumpliendo. Así da gusto.

He tenido años de cosecha casi nula en el olivar. Me salvé gracias a mi familia, a un préstamo y al seguro agrario. Y también he visto cómo vienen otros agricultores a intentar engañar con los precios del espárrago. Por suerte, no trago con eso. Aquí se hace todo con la verdad por delante.

Tengo 38 años y un hijo en camino. ¿Seguirá él con esto? No lo sé. Ojalá sí. Pero mientras tanto, yo sigo. Porque esto no es solo un trabajo, es mi estilo de vida. Todo gira en torno al campo, y espero que el que venga después también lo sienta así.